Gamer desde los 10 añitos, cuando mis padres tuvieron a bien regalarnos a mi hermano y a mi un flamante Spectrum Sinclair ZX, comencé en esto con perlas como Phantomas, Phantis, Fred, Goody, Tracksuit Manager o jugando a los juegos de Fernando Martín, Aspar, Butragueño o Michel, mientras gastaba todas las monedas de cinco duros que me dejaban en recreativas como Double Dragón, Golden Axe, Final Fight, Knights of the Round, Los Simpson o las Tortugas Ninja. Cuando irrumpieron las consolas, me decanté por Sega y mientras soñaba con Streets of Rage, me tenia que "conformar" con Alex kidd, Sonic, Out Run, Wonderboy, Golden Axe (otra vez) o Asterix en mi venerable Master System. Finalmente di el salto a los 16 bits de la legendaria Megadrive, que me brindó momentos inolvidables con títulos de la talla de World of Illusion, el primer FIFA, Sensible Soccer, Super Mónaco GP, Rocket Knight, Street Fighter 2, Mortal Kombat, Golden Axe (mi debilidad) y los tres Streets of Rage, por supuesto. El paso de los sprites a los feos y toscos polígonos (y la adolescencia) me alejaron de los videojuegos hasta que mi hermana se compró una PS One y empecé a tener pesadillas con el primer Resident Evil y sueños húmedos con Lara Croft. Pero lo que me terminó de convencer de que había vuelto para quedarme fue el primer videojuego que consiguió conmoverme. Si. Final Fantasy VII. Desde entonces, mi pasión por los videojuegos aumenta cada día que pasa. Y que siga la fiesta. Press Start Button.

viernes, 7 de marzo de 2014

METRO Last Light

La principal baza de Metro Last Light es, sin ninguna duda, la ambientación. Una humanidad relegada al subsuelo del planeta, obligada a subsistir, por sus propios errores, en las alcantarillas y en lo que una vez fue la red del metro. Hay un momento del juego en el que se compara a la raza humana con las cucarachas, no solo en referencia al lugar donde habita, sino también refiriéndose a lo dificil que es exterminarla. Una ambientación opresiva, desalentadora y riquísima en detalles (se nota que se trata de la adaptación de una novela). Y, por supuesto, oscura. Incluso cuando toca aventurarse en alguna odísea por la superficie, que todavía consigue transmitir aún más tensión y agobio que los túneles subterráneos. Superficie que se ha convertido en morada de muchas especies mutantes letales que no dudarán en atosigar al incauto humano que se atreva a exponerse y a abandonar la relativa seguridad del metro (una vez más no se sabe si son más peligrosos los monstruos o los seres humanos). Si no acaban contigo estas acechantes bestias lo hará la radiación (claro, a eso me refería con lo de “propios errores”; a una guerra termonuclear que lo manda todo a ...). Es imperativo llevar una máscara que, para más inri, no es infinita, lo que suma otra preocupación mortal; conseguir filtros para la máscara antes de que se agoten los que estás usando (cinco minutos duran). Brillante manera de introducir en la dificultad el factor tiempo. Hay prisa.

A la brillante y conseguida ambientación solo queda sumarle una conservadora mecánica de tiro al pato pasillero (que no es negativa per se, por mucho que se empeñen algunos) aderezada en muchos momentos con fases de sigilo e infiltración casi obligadas en vista de la superioridad del enemigo. Si buscas un pegatiros lineal y guionizado y te importa un pimiento la libertad de exploración tan de moda hoy en día, no creo que existan muchas opciones que mejoren la propuesta de este Metro Last Light.



No hay comentarios:

Publicar un comentario