Gamer desde los 10 añitos, cuando mis padres tuvieron a bien regalarnos a mi hermano y a mi un flamante Spectrum Sinclair ZX, comencé en esto con perlas como Phantomas, Phantis, Fred, Goody, Tracksuit Manager o jugando a los juegos de Fernando Martín, Aspar, Butragueño o Michel, mientras gastaba todas las monedas de cinco duros que me dejaban en recreativas como Double Dragón, Golden Axe, Final Fight, Knights of the Round, Los Simpson o las Tortugas Ninja. Cuando irrumpieron las consolas, me decanté por Sega y mientras soñaba con Streets of Rage, me tenia que "conformar" con Alex kidd, Sonic, Out Run, Wonderboy, Golden Axe (otra vez) o Asterix en mi venerable Master System. Finalmente di el salto a los 16 bits de la legendaria Megadrive, que me brindó momentos inolvidables con títulos de la talla de World of Illusion, el primer FIFA, Sensible Soccer, Super Mónaco GP, Rocket Knight, Street Fighter 2, Mortal Kombat, Golden Axe (mi debilidad) y los tres Streets of Rage, por supuesto. El paso de los sprites a los feos y toscos polígonos (y la adolescencia) me alejaron de los videojuegos hasta que mi hermana se compró una PS One y empecé a tener pesadillas con el primer Resident Evil y sueños húmedos con Lara Croft. Pero lo que me terminó de convencer de que había vuelto para quedarme fue el primer videojuego que consiguió conmoverme. Si. Final Fantasy VII. Desde entonces, mi pasión por los videojuegos aumenta cada día que pasa. Y que siga la fiesta. Press Start Button.

martes, 9 de octubre de 2012

DRIVER SAN FRANCISCO

Tres fueron las características que definieron la saga Driver desde sus origenes en PS One. La primera; su dificultad. Un problema para muchos, toda una virtud para aquellos que disfrutamos de esas persecuciones vibrantes y desafiantes, inigualables en intensidad y espectacularidad. La segunda es precisamente su espectacularidad, que le ha venido dada siempre por su estilo cinematográfico, inconfundible. La tercera; la linealidad. Una misión detrás de otra, sin más, sin aburridos viajes del punto a al punto b para comenzar una misión; linealidad que para muchos de nosotros, lejos de suponer un inconveniente, es toda una bendición. Estas tres características dotaron a la saga de una personalidad propia y muchos aficionados a los videojuegos hemos sabido apreciarlas.

Pero con la cuarta entrega (PS2, 2006) la cosa cambió. El problema de esta cuarta parte fue que esa personalidad se perdió. Cambió el concepto y el Driver que conocíamos dejó de existir. En pleno apogeo de los sandbox, con Grand Theft Auto al frente, la saga traicionó su identidad y quiso subirse al carro del éxito fácil de la copia de la mecánica y la jugabilidad de los GTA, convirtiéndose en un burdo clon aún a costa de renunciar a sus valores originales (que le habían llevado al éxito).
Lo más triste de todo es que se imitó a la saga de Rockstar, pero no solo no se superó, sino que quedó a años luz de las excelencias mostradas por los GTA.  
Este Driver San Francisco parece querer retomar el camino de los clásicos y en algunos puntos justo es admitir que lo consigue.
Primero la dificultad; Sin duda, el juego no es tan facilón como el último, pero tampoco alcanza las cotas de dificultad de los primeros, que a decir verdad, pecaban en muchas fases de una dificultad frustrante e injusta con el jugador.
Segundo, la espectacularidad; Y ese enfoque cinematográfico que ponía mucho énfasis en contar una historia interesante y que ponía mucho cuidado en el guión. Este último Driver se sirve de la tecnología de la PS3 para ser más espectacular que nunca. Al menos en lo referente al apartado gráfico. En cuanto al sonoro, no tanto. La banda sonora es muy adecuada y en la línea de los anteriores, pero el doblaje al castellano ya no parece tan adecuado. No es tanto el doblaje como el guión, que se empeña en meter constantemente chascarrillos malos de solemnidad, que desentonan con el aire grave que siempre se les dio a las historias Driver. Y el argumento, interesante por momentos, a veces también mete unas bacaladas de postín.
Tercero, la linealidad. Los primeros Driver eran clásicos en cuanto al planteamiento de las diferentes misiones. Si pasabas la primera, jugabas la segunda. Y hasta que no pasabas la segunda, nada de jugar la tercera. Como toda la vida. Los sandbox se caracterizan por incluir un puñado de misiones secundarias. Suelen llamárseles secundarias porque son optativas, esto es, no es necesario superarlas para avanzar en la trama, pero están ahí, por si quieres alargar la vida útil de tu juego. El problema es que estas misiones secundarias suelen estar de relleno y los desarrolladores se afanan más en ofrecer cantidad que calidad. Suelen ser misiones repetitivas que aburren al poco rato. Total, están de más...
Lo malo es cuando para desbloquear las misiones principales hay que superar un número determinado de secundarias. Entonces ya no son opcionales. Y esto pasa en este San Francisco. Se llaman secundarias y presentan los inconvenientes que suelen presentar este tipo de fases. Son repetitivas y aburridas. Pero ahora hay que jugar algunas para desbloquear las de la historia. Un rollo. Y una forma artificial de alargar el juego.

En resumidas cuentas, Driver San Francisco intenta volver a sus raíces, pero lo hace de una forma poco contundente y sin determinación. Eso no quita que si te gustan los juegos de coches y eres seguidor de la saga, te parecerá un buen juego en el que invertir algunas horas.




Un video in-game.


El trailer oficial.



Driver 2 (PS2). En la Habana.



Una de las fases más dificiles y exigentes que se han parido en un videojuego. La última de Driver 3.

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