Gamer desde los 10 añitos, cuando mis padres tuvieron a bien regalarnos a mi hermano y a mi un flamante Spectrum Sinclair ZX, comencé en esto con perlas como Phantomas, Phantis, Fred, Goody, Tracksuit Manager o jugando a los juegos de Fernando Martín, Aspar, Butragueño o Michel, mientras gastaba todas las monedas de cinco duros que me dejaban en recreativas como Double Dragón, Golden Axe, Final Fight, Knights of the Round, Los Simpson o las Tortugas Ninja. Cuando irrumpieron las consolas, me decanté por Sega y mientras soñaba con Streets of Rage, me tenia que "conformar" con Alex kidd, Sonic, Out Run, Wonderboy, Golden Axe (otra vez) o Asterix en mi venerable Master System. Finalmente di el salto a los 16 bits de la legendaria Megadrive, que me brindó momentos inolvidables con títulos de la talla de World of Illusion, el primer FIFA, Sensible Soccer, Super Mónaco GP, Rocket Knight, Street Fighter 2, Mortal Kombat, Golden Axe (mi debilidad) y los tres Streets of Rage, por supuesto. El paso de los sprites a los feos y toscos polígonos (y la adolescencia) me alejaron de los videojuegos hasta que mi hermana se compró una PS One y empecé a tener pesadillas con el primer Resident Evil y sueños húmedos con Lara Croft. Pero lo que me terminó de convencer de que había vuelto para quedarme fue el primer videojuego que consiguió conmoverme. Si. Final Fantasy VII. Desde entonces, mi pasión por los videojuegos aumenta cada día que pasa. Y que siga la fiesta. Press Start Button.

lunes, 23 de septiembre de 2013

BATTLEFIELD 3

Battlefield 3 rompe con la línea argumental de los anteriores Bad Company (aprovecho la ocasión para recomendar encarecidamente el segundo) situándonos por enésima vez en los escenarios habituales desde que el primer Modern Warfare abriera la caja de Pandora con la guerra actual contra el terrorismo. Ya saben; Teherán, París... un salto aquí, otro allá, una fase con un personaje ruso, otro nivel con un marine americano, una en tanque, otra de artillero en un caza de combate, un saltito en paracaídas... Suficiente para dotar al título de la variedad necesaria para que su lustroso apartado audiovisual (tan impactante como siempre) y sus escasas horas de juego no terminen haciéndose repetitivas.

Antes he mencionado Bad Company porque sus chascarrillos y el tono desenfadado de su guión diferenciaban Battlefield de los Call of Duty o los Medal of Honor, pero en este caso, con su perseguido y conseguido realismo, es perfectamente confundible con cualquiera de sus rivales por el trono de los shooters en primera persona, que tranquilamente podrían intercambiarse un par de niveles y nadie se daría cuenta. Esperemos que la nueva generación aporte, además de gráficos de infarto, algo de frescura al género.









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