Gamer desde los 10 añitos, cuando mis padres tuvieron a bien regalarnos a mi hermano y a mi un flamante Spectrum Sinclair ZX, comencé en esto con perlas como Phantomas, Phantis, Fred, Goody, Tracksuit Manager o jugando a los juegos de Fernando Martín, Aspar, Butragueño o Michel, mientras gastaba todas las monedas de cinco duros que me dejaban en recreativas como Double Dragón, Golden Axe, Final Fight, Knights of the Round, Los Simpson o las Tortugas Ninja. Cuando irrumpieron las consolas, me decanté por Sega y mientras soñaba con Streets of Rage, me tenia que "conformar" con Alex kidd, Sonic, Out Run, Wonderboy, Golden Axe (otra vez) o Asterix en mi venerable Master System. Finalmente di el salto a los 16 bits de la legendaria Megadrive, que me brindó momentos inolvidables con títulos de la talla de World of Illusion, el primer FIFA, Sensible Soccer, Super Mónaco GP, Rocket Knight, Street Fighter 2, Mortal Kombat, Golden Axe (mi debilidad) y los tres Streets of Rage, por supuesto. El paso de los sprites a los feos y toscos polígonos (y la adolescencia) me alejaron de los videojuegos hasta que mi hermana se compró una PS One y empecé a tener pesadillas con el primer Resident Evil y sueños húmedos con Lara Croft. Pero lo que me terminó de convencer de que había vuelto para quedarme fue el primer videojuego que consiguió conmoverme. Si. Final Fantasy VII. Desde entonces, mi pasión por los videojuegos aumenta cada día que pasa. Y que siga la fiesta. Press Start Button.

jueves, 6 de septiembre de 2012

L.A. NOIRE

Nadie duda a estas alturas de la calidad narrativa de los productos de la gente de Rockstar, cuyo máximo exponente es, sin duda, Grand Theft Auto IV. Así que no discutiré aquí lo indiscutible. L.A. Noire es, ante todo, una gran historia muy bien contada. Como videojuego, la verdad es que la cosa ya no pinta tan bien. A los escasos y sosetes tiroteos hay que añadirle mucho viajecito gratuito del punto "a" al punto "b". Y las fases de exploración en busca de pistas en los lugares de los crímenes, que si bien resultan novedosas al principio, pronto se empiezan a hacer repetitivas y tediosas. La impresión general que se sobrepone al jugador es que todo está demasiado dirigido, demasiado encorsetado, demasiado guionizado. Y que hagas lo que hagas el juego siempre va a llevarte a donde él quiere, dando incluso más facilidades de las aceptables en un videojuego. Por ejemplo, si caes demasiadas veces en alguna escena, el juego te permite saltártela, o si no das con el siguiente paso que hay que dar, te da pistas demasiado clarificadoras, no sea que te quedes estancado y no puedas disfrutar de la historia hasta su final. Cuando lo único verdaderamente destacable y divertido de un videojuego es su historia...





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